carta inicial


agrega tu texto o foto con un mail a lucasdipascuale@gmail.com



31.12.10

Señalador[1]


Cuando llegué a la plaza de la Intendencia, me senté en uno de sus incómodos bancos de material concreto a señalizar el libro que llevaba para leer en la exposición. Me acompañaba una botella de agua mineral. Apenas me siento un chico de unos catorce o quince años me grita: “¡he, maestro!, ¿me da un poco de tu botella?”. Estaba con otros, a pocos metros de la fila de bancos. Recostados en el césped descansaban después de jugar un picadito. Con ese grito de pertenencia, marcó territorio y me hizo notar de golpe que estaba en una plaza pública de la ciudad de Córdoba. Su interpelación resonó como diciendo, aquí la propiedad privada es relativa. Sin dudas, confirmaba que había entrado en ese cuadro en calidad de mancha. Respondí inmediatamente con un cortante “¡después!”. Al cabo de unos minutos al ver que la “Tarima rodante” liderada por Lucas Di Pascuale ya se había instalado, me levante devolviéndole el gesto intempestivo a ese muchacho: “He flaco! ¿la agarrás?” y le tiré la botella con lo que quedaba de agua.
La cadena de invitaciones se iba desplegando: de Lucas a Patricio Debiase, de Patricio a Luis El  Alí Obeid y al Programa de psicoanálisis en la cultura que coordino en la Fundación CIEC y del cual Patricio es responsable de un espacio de lectura. Encontraba en el proyecto Ciudadano ¡Afuera! una cierta afinidad con determinados actos protagonizados por Jacques Lacan. Esos actos, en el ámbito de las instituciones de psicoanálisis, Lacan los hizo empleando “la Diosa botella de Klein”: tocar, transformar un elemento externo, extranjero a la estabilidad semántica de una institución, llevarlo a su espacio más íntimo para desarmar la rutina de sus “interiores”. En definitiva, se trata de un movimiento que ambiciona disolver esporádicamente el tabicamiento y la clasificación entre lo que habitualmente se considera alto/bajo, entre el adentro/afuera, entre la política y el arte.
Bastó una reunión previa a la puesta en público para acordar sobre cual sería nuestro papel. Suponía que el de ellos estaba más definido, Patricio tocaría su guitarra y Luís jugaría, con sus equipos, a producir un hiato, una suspensión del sonido… Propuse leer fragmentos de algunos pasajes del Museo de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández. Tal lectura ya la había probado en diferentes contextos: hace unos años en un programa de Canal 10 con mi amigo Carlos Gazzera y hace ya unos cuantos años en un acto escolar en V. Ojo de Agua (Santiago del Estero) cuando me desempeñaba como docente del EGB3… Esta reunión previa, en definitiva, finalizó no previendo nada de lo que ocurriría.
Ya estando en la escena, mientras me subía a la Tarima rodante, comprobaba que había perdido mi punto de vista, la supuesta mirada depositada siempre en el Otro, ahora tenía delante de mis ojos a la estatua móvil tamaño natural de Julio Chávez a caballo levantando su puño izquierdo[2] y la frase de Witold Gombrowicz que me rondaba como consigna en esos días ya había quedado en el olvido: “Pero sobre el fondo de la general extravagancia se volvía imperceptible la extravagancia de mi caso”. ¿Cuál era entonces la singular mancha o tinte de mi caso en ese cuadro móvil y viviente en la plaza de la Intendencia? Lo pude saber a posteriori de que surja el imprevisto que disparó la pincelada sorpresiva. Comenzó Patricio con su guitarra, largué de inmediato, no sintiéndome confiado de cómo salía la voz, veía, imaginaba que el destinatario, algunas pocas personas paradas frente a la Tarima y otras que pasaban por ahí no entendían nada de lo que estaba leyendo, de lo que estaba pasando en esa mezcla entre la guitarra y los sonidos sin ninguna melodía:

          En qué están en este instante los moradores del “Afuera!”[3]
         Quizagenio y Simple suspenden la tarea del corte del césped del cantero que    rodea el aposento de dulce-Persona, pieza asilada y circular con ventanas a los cuatro rumbos .Y entonces se entretienen en la mutua sabiduría; Quizagenio dice: “Los signos matan a las cosas: el traje de luto al dolor, el ir a misa a la creencia; la teología hace ateos”. O: “Dios hizo el mundo y yo os doy estudiado” (Nótese la influencia del Presidendisminuyente ,y la combate: como el Progreso es sombra cercenadora en el Presente, Dios lo es en el Ser y en la Pasión; no se quite nada al Presente la Pasión)

Inclusive llegué a pensar que el texto se prestaba a una grotesca prédica religiosa, que llegaba al absurdo cuando comenzaba a leer las “frases iluminaciones” de Macedonio Fernández. Esa impresión de poca presencia, de una fragilidad que iba ganando terreno se interrumpió cuando veo que había utilizado como señalador un panfleto de unos estudiantes secundarios que me lo habían dado unos minutos antes de subir a la Tarima. Encuentro la ocasión de leer entonces ese texto que, como el agua reclamada por aquél  muchacho, ahora me pertenecía. Mientras me apropiaba de esas letras notaba que el tono se transformaba. Leí entonces lo siguiente:

POR UNA EDIUCACIÓN PÚBLICA, LAICA Y GRATUITA
No al tratamiento parlamentario del anteproyecto de la Reforma de la Ley de Educación Provincial 8113. Para que no se repita la mala experiencia del tratamiento de la Ley de Bosques
Sumate este jueves 21-10 a las 17 hs. a la Gran Marcha por la educación en Colón y Gral Paz Coordinadora de Padres en Defensa de la Educación Pública. (Panfleto entregado unos minutos antes, aclaré)

Los estudiantes que todavía daban vueltas por la plaza festejaron esta ocurrencia. Continué entonces con el texto de Macedonio para finalizar con:

O aún profundiza en la meditación de la conducta humana: “Humanos que mil veces cierran los ojos sin pensar en la muerte”. Simple contesta con pensamientos como: “Dos son las verdades que no quieren las feas, las dos fidelidades que no se quieren: la del espejo y la del fotógrafo”. O: “Puede uno ser abnegado pero no como para tirarse al agua a salvar a un pez que está ahogándose”
Córdoba, 20 de octubre de 2010 a las 17 hs.

Cesar Maza 3/12/2010


[1] Crónica de mi  intervención junto a Patricio Debiase y Luís El Alí Obeid en el Proyecto Ciudadano dentro del ¡Afuera! Arte en espacios públicos Promovido por el Centro Cultural España. ¿Se trataba de decir algo del psicoanálisis? No, se trataba de decir

[2] Monumento del artista español Fernando Sánchez Castillo.
[3] La única alteración del texto (Cap. XIII del Museo…fue sustituir la palabra Novela por Afuera!

23.10.10
















Ciudadano Argentino


¿Por que siempre decimos, nosotros ciudadanos argentinos, somos “el culo del mundo”? ¿Por qué nos señalamos como la mierda que sale de esta ciudad? Tiene que ser que no aceptamos que somos capases de ser mejor; mejorar nuestro lugar; de reflexionar sobre nosotros y nuestras acciones, o capas que hablamos demás, decimos repetimos “si se puede” y pensamos “no” mirad a aquel que se esfuerza si sabe que por que mas que construya se le va derrumbar, o será esa capacidad de yo lo se todo y sobre todo que nos cega para poder ver la luz de la verdad o simplemente la desconectamos, tapamos para no verla y así señalarnos como la mierda de la ciudad es decir “mira de donde salimos somos el mal” pero ojo en Francia mierda era sinónimo de buen augurio de que había triunfado una obra, de algo había salido bien y eso es lo que no queremos ver y es lo que ven los ojos del afuera, en fin únicos como el agua incorregibles como mancha de aceite, siempre encontramos la quinta pata al gato el pelo al huevo, por mas que insistamos estamos marchando lento y parejo, y siempre volvemos a remitirnos a la mierda que suponemos ser, vemos la mitad del vaso vacío y nunca nos damos la vuelta y decimos mira eso es nuestro. Abrimos los ojos al momento que se nos corta el cordón umbilical arraigado a nuestra tierra y cuando podemos llorar por nosotros mismos y ver lo que es ser Ciudadano Argentino.

Por Matías 21.10.2010

19.10.10

Cuántos autos con motores enojados
cuántas piernas que caminan tristes,
en chatitas, zapatos, zapatillas.

Veredas maquilladas con grasa y aceite
rencorosas baldosas,
tan angostas
que te aprietan las bolas.

Y sueño con Molière,
y veo a la Moli,
los filtros se perdieron
todos somos artistas.

La ciudad
una torta de mezquino vino,

impresión constante
yo que soy de pueblo
con cara de bueno.
 





Nicolás Filipacópulos. 19-10-10.




14.10.10


Tengo que parar, parar de verdad, en cualquier esquina vigilante que me presente un cacho de ciudad. Detener no solo mis piernas pollerudas, sino mi mente inhóspita y colibrí. Frenar esta caminata ciega que apila presentes irreales que desfachatadamente denomine “mi vida”. Hijo de los que se escondieron, soy de palabras flacas y pensamientos tronchados, entonces el silencio va a seguir siendo mi mejor lugar. El asqueroso y huidizo silencio que sigue sin montar un crudo ladrillo, ni sumarle un sueño a esta siesta crónica. Traspaso las calles de la ciudad como un bisturí invisible abriendo el cuello de una gallina gorda y amarilla, chillona vocifera consigan que no me llegan. Nada de todo eso que todos dicen porque algo hay que decir me llega, lejos de conmoverme me aturden y es culpa mía y culpa de los mentirosos que alguna vez me representaron. Me avergüenza y desnuda mis mejillas a los sopapos del tiempo. Tengo que parar, frenar y soportar el choque de los diez mil mendigos propietarios que me viene siguiendo hace siglos sin que yo quiera, porque ni siquiera lo comprendo. Ellos se escondieron, siempre se desnudaron solos y mintieron hasta sobresaltar la verdad que dormía bajo la alfombra, la verdad escandalosamente licuada y vertida en los resumideros mudos. Parar y entender que por fin no soy nada, que solo existo entre los miedos, y liberar mi libertad logrando desvanecerme de los planes de eso señores. Parar y desmenuzar las fábulas disléxicas que le contaron al desconocido que aparece en las fotos que me sacan cuando asomo a la luz. No voy a mentirle a los mentirosos, no voy a escucharte cuando grites y menos voy a morirme mañana. Supongo que todo esto va a cambiar cuando yo quiera, perno no quiero es obvio. Ya no me interesan las luces que me encandilan convidándome una feliz ceguera, ni los miles y miles de propietarios que me persiguen con la excusa de protegerme. Todo va a cambiar, y disculpen exitosos hombres de la vida, disculpen escritores de palabras pajarito, disculpen todos estos pasados, disculpen elegantes señoras del amor, pero esto va a parar solo cuando yo quiera.   



Martín Wenicke 13.10.2010

10.10.10

Mi idea fue poner el papel con la palabra ciudadano en 3 lugares donde trabajo para ver qué pasaba. Algunos escribían, otros preguntaban qué era ese cartel pegado en el ingreso, algunos se animaron a poner lo que para ellos significaba ser ciudadanos y ciudadanas. En el que dejé sobre el escritorio fue anotador, papel para rayas, dibujar un asterisco y anotar un número mientras hablaba por teléfono.
En fin Lucas, te debo el texto más elaborado, a veces ser ciudadana trabajadora me saca la inspiración.
Un beso grande!








Nati Arriola 08.10.2010





Hola Lucas... 
 
....para describirme como ciudadano quiero decir esto que pienso: 
 
Se es ciudadano y  habitante.,en este orden u otro, según  la perspectiva que genera el “uso y la costumbre”. 
 
Pero solo siendo vecino se es los dos. 
 
En la vecindad del ahora con el rumor de  sus  jardines, huertas y basurales. 
 
Juntos, en un surco irrevocable donde crecer  libre y civilizado en un intento de “estar y ser”  en esa casi imposible simultaneidad que nos teje tan paradojales.  
 
Dando la cara preservando las mejillas, poniendo el cuerpo conservando el eje y así  descubrirnos vecinos en la tragedia de no haber sabido y aprender para luego poder saber. 
 
Entonces para mi, ser ciudadano es habitar una vecindad nunca enajenada o expropiada porque cuento, en lo recibido y lo dado, con el valor de los propios valores y el saber de los propios saberes que me dan la valentía y sabiduría para verme y reconocerme en cada otro. 
 
Por ello un ciudadano es uno y sus múltiplos....un ecosistema de individuos sociales,todos vecinos, todos presentes! 
 
Gracias 









Alejandro Bovo Theiler  08.10.2010





uno
uno consigo mismo
uno con los otros
los otros como construcción de uno
uno como construcción de los otros
en un devenir que nos involucra y nos define
desde los roles
las aproximaciones
las maneras de leer el mundo
un prisma que multiplica y complejiza
la exquisitez de lo mínimo surgiendo de la retorta de lo cotidiano
la pregunta
las respuestas
opuestos que se entrelazan
y devienen en sinergia
(nos regimos por el principio de solidaridad con la plataforma que nos sostiene)
el registro del otro
la convención
los deseos
no son muchos
las variantes radican en los modos
nos movemos en orbitales
espacios de amplio espectro
nuestro derrotero es incierto
aun bajo el dibujo de lo cotidiano
órbitas que se tocan
intersecciones
interacciones
que plantean las bases del juego
uno como construcción de los otros
los otros como construcción de uno
uno con los otros
uno consigo mismo
uno 



         ph.: erwin wurm, one minute sculpture




hernán camoletto  09.10.2010






8.10.10

Me espera el ciudadano…

Cuando pienso en ciudadano, pienso en movimiento…pienso en trabajo, rutinas diarias, tareas, modos que se repiten.
De noche se prenden las luces para seguir despierto…a las ocho no es hora de dormir porque a las diez finaliza el horario de protección al menor.
Recién recuerdo al ciudadano, el domingo a las doce de la noche cuando pongo el despertador así el lunes me levanto a trabajar.
Es curioso darme cuenta que el ciudadano que me espera tenga la  misma necesidad de escapar de algo que hace todos los días…algo que viene haciendo hace mucho tiempo.
También observo la necesidad del ciudadano de darse un gusto todos los días: tomarse  un café en el minishop… a la vez me doy cuenta que me gusta esa imagen y que yo soy el medio para que se concrete.
Me  gusta saber como le gusta el café y darle con el gusto.
Mas allá de los uniformes y de los pequeños indicios que a simple vista me hacen   decir…es medico, es vendedor, es taxista, esta trabajando, esta apurado, hoy esta de buen humor, etc.…intento mostrar ese pequeño instante que se mezcla con todo lo demás.
 Al  pensar en ciudadano, imendiatamente la sensación de ese instante se me viene a la cabeza… ¿y porque no? también me doy un gusto.







Silvana Mancini 5/10/2010




6.10.10

en el Colectivo, de noche

           Una chica. Una chica parada al costado del chofer. Una chica que puede ser una prima, una hermana, una vecina (joven), una amiga, ¿una hija?, una novia. Cualquiera de ellas entran (encajan) en ese diminuto espacio entre la tickeadora, la palanca de cambios, el pasamanos para subirse agarrándose de algo y el chofer, en su asiento, que debe resolver en ese caso, y al mismo tiempo, la unión de 2 complejas situaciones que algún científico especialista en problemas de percepción debería estudiar, seriamente, con urgencia: la doble concentración entre la mirada directa al frente, propia y desarrollada en todo conductor de un ómnibus urbano, y la periférica -sólo derecha- que lo concentra hacia la otra ocasión. Hacia ella.
           El ambiente lo componen con tenues luces de E4 próximo a la medianoche, fría. Mientras comparten, del pico, una botella de Coca-Cola de litro, de las descartables, me invade la idea de querer saber qué es lo que conversan.
           Los que ahora leen, ¿se pueden imaginar la situación? ¿Cuál será el motivo que la lleva a recorrer una y otra vez el circuito de paradas, semáforos, curvas, avenidas, pasajeros, frenos, marchas? Debe ser importante, no lo dudo. Hablan en susurros. Escuchan música que sale desde los parlantitos de un celular. Él, por su parte, no es ajeno a saber que está haciendo caer varias de las reglas que debió aprender para ocupar el lugar. Todavía, en más de un caso, se puede leer un cartel que dice “Prohibido conversar con el conductor”.
           Cuando viajo y veo esto, me parece que el hombre es el más manso. Y que mi amiga Paula nunca lo vería en Alemania.

           Bajo en la Terminal, me espera el General Urquiza.

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en el Colectivo de “matrix”

           Subimos con mi amiga Leticia al ómnibus que nos llevará al Encuentro. Doble encuentro, doble viaje, pienso. No queremos volvernos matemáticos, pero nos parece que hace 3 años que no nos vemos. Es feriado y los colectivos andan de a pocos, como los domingos, pero la gente, en la calle, anda de a muchos y agitados, como jueves.
           Algo se “mueve” raro dentro de la nave. Hay indicios de que en cualquier momento aparecerá la chispa que hará explotar la ira. Lo intuyo, se lo digo a ella. Porqué decís eso, me dice. Aquí -le digo- las personas son muy violentas. No te puedo creer, agrega. La explicación no necesita de mucho más, estalla el acto performático de todos los días. Una puerta que se abre o se cierra a destiempo, los gritos, los nuevos gritos, ahora los insultos. El chofer, que lleva unos lentes cuál degradado pariente de Keanu Reeves, arranca velozmente. Más insultos. Más gritos. Te voy a denunciar, dice una mujer al bajarse. El chofer de la nave se siente incentivado y arranca a más velocidad aún. Frena, sube alguien, bajan otros. Al hacerlo, gritan: “gordo conchudo y la puta de tu madre”. Se siente, me duele. Nuevo duelo entre los que bajan cuando la velocidad no es la indicada y quien acelera sabiendo que así no podrán bajar. Arranca, “la puerta”, gritan varios, “los va a aplastar”, gritan otros. Varios, no veo el motivo, empiezan a gritar lo que parece una consigna: “está drogado”. Otros, agregan, “llamen a la policía”.
           Una persona, desde el fondo, avanza. Está vestido de empleado de seguridad de una empresa privada. Se para por detrás y le dice, fuerte, para que muchos escuchemos, como un grito más: ¿sos pelotudo vos? El pariente de Keanu frena de golpe, varios se trastabillan. Clava el colectivo en el cordón, sale del asiento y (recién ahora lo veo, es muy grandote, más alto que yo, más grueso, más pesado) y agarra al empleado de seguridad de una empresa privada del cuello. Lo levanta del suelo. Los gritos son muchos más, llamen a la policía y está drogado ganan por mayoría. Leticia, a mi lado, me mira y no lo puede creer. No sé si por lo que ve o porque se lo había anticipado. Todos en el colectivo ahora se conectan con la policía. Qué fascistas que son mis vecinos, los cordobeses. Llaman a la policía, es decir, para que se entienda, llaman a otro que venga a romperle la cabeza. Porqué no lo hacen ellos, pienso. “Esta drogado”, grita una señora, que muy amablemente me dijo que compartía mi expresión minutos antes, cuando con Leticia hablábamos de lo mal que muchas veces hacen las instituciones, cuando creyendo que están ayudando a los artistas los anulan, y estos se vuelve un nuevo círculo de élite, que lejos de abrir campo a la creatividad, al arte, lo encierra en fórmulas caprichosas, ideadas por burócratas-gestores, formados en gestoras universidades de las burocracias culturales. También ella llama a la policía.
           Nuevamente pienso: esto es como en la televisión, en serio. Yo no quiero ser espectador de este programa que se parece a la vida. Le digo a Leticia, nos matamos entre todos o les digo que no vale la pena. Me paro, me deja pasar (no recuerdo si algo me dice o advierte). Les voy a hablar, le digo. Me paro entre ellos, los separo. Allí compruebo que el empleado de seguridad de una empresa privada es pequeño. Algo le digo al de los anteojos “matrix”. Me mira, se da vuelta, se vuelve a sentar en su puesto de comando. Arranca, nuevamente, la nave. El hombre acogotado se siente mal, se retira. Siguen los gritos, está drogado y llamen a la policía sigue ganando por mayoría. También alguno dice “pare aquí,  nos bajamos todos”.  Yo no pienso bajarme, pienso. Qué fascistas son mis vecinos, vuelvo a pensar, mientras siguen llamando a la policía. Nadie se baja.
           Próxima parada, sube una señora. Estamos a la altura de Colón al 5000. ¿Alguien sabe dónde mierda comprar un cospel en ese sitio, un día feriado? La mujer le dice que no lo tiene. Cómprele a algún pasajero, le dice, ahora un tanto calmado el chofer. Todos escuchamos, la mayoría se hacen los boludos. Ahora pienso, qué pedazo de hijos de puta son mis vecinos. Le pago el viaje, me agradece. Nada sabe de lo sucedido hace unos pocos segundos. Qué habrá creído que hacía la gente que desde sus teléfonos celulares llamaban a la policía diciendo “vamos en el coche Nro. 158 de la línea E1, el CHOFER ESTÁ DROGADO”.
           Nueva parada, ahora altura del Tropezón. Vienen de una obra de edificios de Gama. Son tres, apariencia de obreros de la construcción, fumados como pocas veces vi en mi vida. La baranda a faso invade toda la nave. Suben, y dicen: no tenemos cospeles.
No, era mucho. Ni yo, que creía que había visto mucho, ahora lo puedo creer. Están re-duros. Se ríen entre ellos. Sólo uno avanza dentro del colectivo. (¡Qué pedazo de hijos de remilputa son mis vecinos!) Le paso un cospel. Paga su pasaje. Los otros 2 no se pueden mover del lado del chofer. Córranse, paguen el boleto o se bajan, les dice el de los lentes “matrix”. El que creen que está drogado.
           Con Leticia nos reímos mucho. No, dice ella, esto no es cierto. Sí, le digo, sucede a diario. Los 2 que no tienen cómo justificar que estén en colectivo, deciden bajarse. Lo hacen y así como lo hacen se meten a caminar por una calle dentro de un barrio, antes del Estadio. Después, otro día, Leticia me pregunta: ¿habrá sido una estrategia para no pagar?
           Llega nuestra parada. Al llegar al fondo para bajar, el empleado de vigilancia de una empresa privada está llamando a la policía. Cuenta que el chofer drogado lo agarró del cogote. Se baja con nosotros. El chofer nos da todo el tiempo para descender tranquilos.
           Para nosotros, le digo a Leticia, la inauguración del encuentro de performance fue antes, privada. Nos volvemos a reír. Cruzamos la avenida.

           Cuando viajo y veo esto pienso 2 cosas: o nos rompemos la cabeza entre todos, o me paro y les digo que no vale la pena. Siempre, por ahora, hago lo último. Es que no me gusta ser espectador del programa diario.





Pablo Belzagui  5.10.2010






2.10.10

STAND BY CITY 

 
empieza el año.  


y la ciudad está vacía, 

es una ciudad yerma, detenida,  

hiperpoblada de loops.  

Nada irrumpe su desolada repetición.     





un error
   
 

un accidente   
 

un silencio   
 

en el ausente sonido del eterno retorno,   
 

la voz de niño nombra los árboles azules   
 

que se volvían un cuerpo bajo la lluvia                         






mariana di rienzo  1.10.2010




1.10.10


libro instantáneo del ciudadano


siempre es sólo un pequeño fragmento




valentina cuello 01.10.10




30.9.10

Amigo, hierve la zona. Si no fuera porque córdoba es generosa, despoblada y bella en estos dias, no sabría uno con qué traje atravezar este invernadero. Me pregunto si será solo un vicio de peaton pampeano o una obviedad para cualquiera: córdoba
creciendo dentro de un pozo, córdoba inflándose como un hongo en su canaleta, córdoba ruidosa, siempre un circo fisurado y encantador.


Un agregado digno de investigación: colapso energético, generador roto, verano imprevisto (?), cuestión que a cada cual le toca estar sin luz seis horas al dia, en turnos variables. Si te toca por la mañana no podes trabajar, si llega por la siesta no podes dormir y de noche hay que transpirar a oscuras. La cosa lleva ya casi un
mes y hay que ver cómo mueve la cintura esta ciudad, una que para variar, depende como un vampiro de su cajeros, su internet, sus aires, sus semaforos, sus heladerias.


Pienso en los picapiedras, en el fondo del mar, en los los ciegos y en la cantidad de cosas que cada año se prenden o apagan dentro de uno. Pienso tambien en el inmenso pino de navidad que inauguraron hace dos meses : tenia 400 lamparas de todos colores. Fue lo primero que se apagó y ahora es un horrible monstruo unplugged plantado en medio de la Plaza España. Como los turnos de corte van por zonas, hay gente que atravieza la ciudad persiguiendo la luz como Victor Sueiro. Al contrario, yo trabajo a la hora en que se corta la zona A, vuelvo a casa cuando empieza el corte en la zona B y quiero ir al cine justo cuando se apaga la zona C. Así, prolongo al máximo mi
franja de abstinencia y espero que esto me reporte tantos progresos espirituales como a Victor. El que encuentra una librería encendida tiene que apurarse a elegir el libro, las cajeras cobran sin ticket y el cocinero mira el reloj mientras prende la tostadora.
La carencia de semáforo se compensa con una ración extra de sentido comun, todas las demoras se perdonan y a nadie se le ocurre reclamar que la cerveza este caliente.
La desdicha colectiva congrega a los vecinos en la vereda oscura, los novios chochos, los chorros tambien y dependiendo del humor del dia, uno siente que asiste sin aviso al comienzo del apocalipsis o al nacimiento de un nuevo, silencioso y bello mundo.


Hoy llego el alivio por causas naturales. Agua bendita, lluvia torrencial. El drama eléctrico me impidio terminar con mis tareas a tiempo, pero dice el almanaque que ya empezaron mis vacaciones.


Al cierre de esta edición, EPEC se endeuda lo necesario y adquiere un nuevo generador que devuelve inmediatamente la energia a la ciudad. Hay una foto: el aparato es gigante, tiene el mismo tamaño que el pino de navidad.


Te dejo un abrazo y me voy a ver si prende el ventilador.


J.








Jimena Gavazza 28.09.2010





Gracias a mi descarado empleador de antes, hoy me puedo levantar muy tranquilo a las 10:30 de la mañana. Desayuno y me lavo los dientes tratando de no desperdiciar agua. Preparo las cosas para ir al estudio porque pintaron unas fotos; no sé para qué cliente. Mientras espero el verde del semáforo unos locos, dignos de un circo ambulante, hacen malabares con pelotitas de colores. Abro mi billetera y les doy $2 pesos de mis $4, 50 que tengo, pongo primera y me voy. Llego al estudio en medio de una charla política y me quedo escuchando; del tema sé poco y nada. Hoy mi trabajo es cubrir una manifestación de la CGT, Moyano y toda la pesada. En otro semáforo, camino al centro, me cruzo con 2 malabaristas. Se dan cuenta que guita no tengo y cagándose de risa me piden un porro.
Llego al centro y arranca la manifestación. Es lunes y el reloj pisa las 13:30; me sorprende ver que hay autos y personas como para 
hacer dulce. Sigo a la gente que va en dirección a Tribunales II. Entre bombas y pancartas un boludo escribe con aerosol rojo todos los muros de la cañada. No puedo con mi genio y en la segunda esquina le digo: “Flaco, ¿Por qué no rayás en otro lado?”. “La gente tiene que saber”, me responde. No causo ningún efecto en él pero sigo más tranquilo porque he expresado lo que siento. Llego a Tribunales y veo un centenar de manifestantes. Calculo que el calor es lo que los hace chupar fernet con coca mientras el vendedor de choris se llena los bolsillos. El personaje a fotografiar es Moyano. Cuando me dispongo a hacer las fotos, la suerte no me acompaña: me quedo sin bateria en la cámara.
La cagada a pedos de mis jefes es inminente pero estoy contento. Vuelvo a casa y me encuentro solo. Quedan fotos en mis ojos. Allí hay calles, personas, sensaciones.






Ramiro Rosende  28.09.2010